martes, 29 de octubre de 2013

algunas cositas.


1. 
A conoce a B en un bar, boliche, un lugar de la noche que antes era copado pero ahora no, te venden la birra en vasos y hay vigilantes al acecho, en realidad la culpa es de Pulti, o de toda esa parte de Mar del Plata que es conservadora y no deja lugar a lo que se escapa a sus esquemas de tercera edad. No viene al caso. B insiste en darle charla a A y a su amiga Y y les gana por cansancio, en realidad los tres estaban bastante ebrios. A no se acuerda cómo fue que terminó dándole su número de teléfono a B, que era de Buenos Aires, y unos días después se encontraron en las calles del centro, solitarias de madrugada, un poco frescas pero no tanto. Dieron una vuelta y esa noche hicieron el amor. A le preparó un desayuno de café con leche y torta helada que justo se le había ocurrido cocinar. Pasa un día más y B llama a A para que se vuelvan a encontrar, es su última noche en la ciudad del mar pero A no tiene ganas, opta por ignorar el llamado. Es noviembre. A le dice a B que le gusta marzo y le gusta noviembre, ni demasiado frío ni demasiado calor, pocos turistas, otras razones que poco recuerda.
Pasan los meses y ahora es marzo. A viaja a Buenos Aires y, no sabe por qué, ahora sí tiene ganas de verlo a B. Se encuentran en una esquina cualquiera de Belgrano, tienen poco tiempo, B quería que A se tome un taxi pero A no se iba a tomar un taxi ni que estuviera loca o borracha ni aunque B se lo hubiera pagado como B quería hacerlo. Se besuquean en esa misma esquina y hacen el amor en un hotel. A se toma el subte, B se toma un colectivo. 
Tanto A como B piensan que ahora que ahora que ya casi es noviembre se van a volver a ver pero ninguno de los dos lo sabe con certeza, o esperan que pase como la última vez, a último momento y de sorpresa, casi de imprevisto, o no les importa demasiado.  


2. 

Z conoce a M del trabajo. M es camarera y Z vende cosas que a veces se olvida qué son, cree que electrodomésticos, o no. Ya llevan dos años trabajando más o menos cerca y sus conversaciones son cordiales, a veces Z se da cuenta de que M intenta entablar amistad con ella pero no le da mucha bola. Considera que son personas muy distintas y francamente no le interesa. A veces M le cuenta muchas cosas a Z y Z no entiende por qué la elige como oyente pero lo acepta, hasta que las dos tienen que volver a su trabajo lo cual generalmente ocurre bastante rápido.
Entonces un día M le cuenta a Z que está buscando otro trabajo, que si sabe de algo que le avise. Z la interroga preocupada, M tiene los ojos llorosos. M desenvuelve la historia: El jefe le dice que está gorda constantemente y la trata con agresividad. Le dice que ganaría más propina si no estuviera gorda. Se lo dice día tras día, esa misma tarde el jefe tomó a M fuerte del brazo y le volvió a decir algo ofensivo, M empuja a su jefe y el jefe la mira amenazante. M hace fuerza y se contiene para no llorar. Z la consuela como puede y se llena de bronca e impotencia, piensa y dice que eso es violencia laboral (también piensa que es violencia de género), entra un cliente y Z tiene que vender un lavarropas, cree que es un lavarropas, estúpidos artefactos y estúpidos clientes, estúpidos todos aquellos que se creen con derecho a atacar a las personas o que no se dan cuenta que las atacan o que - acá se va todo a la mierda pero yo no me acuerdo como era)/********** . 

sábado, 19 de enero de 2013

aire de mar.

La gente en mi trabajo es chusma, y me pregunta alguien por esa amiga mía que estaba casada, por qué no vino más. Me hacen bromas y comentan que me voy sin avisar y vuelvo un lunes cualquiera, "lindas vacaciones te tomaste, ¡¿eh?!"; no entiendo si es un comentario con 'buena onda' o no, la gente insiste en llamar vacaciones a lo que yo llamo un viaje, aunque vacaciones es no trabajar, en un viaje tampoco estoy trabajando, pero no siento vacaciones, siento montaña. A los comentarios suelo responder con monosílabos o simples asentimientos de cabeza, sonrío.
Encuentro sin duda alguna que la ciudad me queda grande. Puedo afirmarlo como si afirmara que me llamo Lucía, que me gustan los números pares o que amo a la gata. En las calles hay demasiados autos y la ciudad está invadida por turistas. Ando en bicicleta roja sin temor, recordando a cada esquina que todavía no arreglé los frenos e inventando nuevas y asombrosas formas para no ser atropellada por camiones, aunque estoy exagerando, claro. Escucho canciones nuevas de las cuales ahora canto los estribillos, canto en el hogar, en el trabajo, canto en la bicicleta también aunque cante y a veces grito, afino, desafino, en la bicicleta roja aunque fume; y fumo mucho, aunque las calles vayan en subida y me canse pero sigo cantando, y aunque no me escuche ni mi propia voz. 
Un viernes no vinieron los amigos y miré una película en la oscuridad, lo sentí sentí martes, un lunes fue viernes y fui a tomar una birra con Pola, que me prestó un libro de cuentos de un escritor chileno, libro hermoso, gordo, pesado, grande, que no puedo dejar de leer compulsivamente. Busco recetas en internet y paso la mayor parte de mi tiempo libre jugando a intentar cocinar cosas nuevas, me equivoco en las proporciones y de un mismo error salieron hamburguesas vegetarianas, empanadas y una ensalada. Voy a la verdulería que queda acá a tres cuadras, el chico que atiende ya me conoce pero no por eso es más simpático, '¿qué querés hoy?'.
Escucho comentarios sobre un partido y le pregunto a la vecina, ¿quién juega hoy? Me dicen que el clásico Boca-River en Mar del Plata, acá en el mar,  ahora entiendo por qué tanto alboroto, claro que me había olvidado que existía Boca, que existía River, que existía un deporte que se llamaba fútbol..., mientras cocino la masa de un Lemon Pie fantaseo con aprendés portugués, ¿y por qué portugués?, y cuando nombro Brasil me hablan del mundial, y yo pienso en un pueblo, y cuando leo el cuento luego del otro cuento y la compulsión que me hace olvidar el cigarrillo, los hechos transcurren en un pueblo y yo lo imagino como este otro pueblo que ya conocí dos o tres veces, y vuelvo a saber que la ciudad me queda grande, y mi ventana que está siempre abierta deja entrar ahora el sonido de la ebriedad de las motos, la gente sale porque hoy es sábado, pero para mí es domingo, me cocino un revuelto de zapallitos y me voy a dormir temprano, ah, sigo cantando.

domingo, 16 de diciembre de 2012

cuando la gente que hace mucho tiempo que no veo me pregunta, ¿qué andás haciendo ahora de tu vida?, me dan ganas de contar que además de trabajar y hacer repetitivos y absurdos comentarios sobre los ya nombrados talles y colores de ropa, salgo a pasear, y andar en bici, patinar a la noche y ver el mar... leer siempre novelas e ir al cine los domingos, cocinar mientras escucho la radio y tomar mate al mediodía, querer siempre viajar pero saber que viene, salgo a tomar birrita y a bailar de vez en cuando... no sé, aunque siempre es más fácil responder "y... no mucho". porque no estoy segura de si a esa pregunta le corresponden los pormenores como el mate o las novelas en los libros, que para mí ya son un montón (un montón de vida).

martes, 30 de octubre de 2012

.:.:.:.:.:

¿por qué ese sufrimiento absurdo
al sentirme rechazada por J?
será acaso la sociedad que enseña
que uno es feliz si tiene compañía
o será natural
dos cuerpos que se rozan
posesión ficticia, momentánea
en el sexo
acariciáme el pelo, 
tocá mi piel, 
agarrame fuerte, acá, de la cintura.
La respiración acelerada
sentir sólo un momento, creer
no me dejes ir.
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de noche recordé a P.P.
salí a patinar y me sentí nuevamente
en marzo
fin del verano
ver la noche y el mar...
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descubrimiento: no me gustan los espacios en blanco.
quiero espacios llenos de todo
y colores en el hogar, siempre
aunque vista de negro.
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Quiero estar con J porque me hace bien
y porque se llama J
y porque sentía que mi vida estaba bien
que completaba el rompecabezas, que cerraba el círculo
si había un tal J
con el cual poder estar
una vez a la semana
quizás incluso una jornada completa
noche y día
su hubiera otra ruptura - no sé si sufriría igual -
si faltara otra pieza - que no fuera J -

¡quiero salir al sol!
Me aburro acá. 
El tiempo es tiempo muerto (al trabajar).
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el día anterior (viernes)

repentino aburrimiento mortal al darme cuenta de que no le estoy prestando atención a la lectura. la panadera habla del clima, y todos hablan del clima y del calor que hacía más temprano, y de la tormenta que se viene, y que nadie se trajo ni un abrigo. nada más que lo mismo de todos los días (¿por qué J no me llama? tengo ganas de verlo). igual de insignificante que yo comentando sobre talles y colores de ropa en el trabajo, igual de absurdo que yo feliz porque sí andando en bicicleta con calorcito, escuchando mi casi canción preferida con sol, imaginando que sólo soy una parte de una escena en una película, olvidando por un momento, aunque no sin culpa, todo el horror en el mundo, mi insignificancia, mi inmovilidad al respecto. 
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me gustaría
que me regalen
mariposas.
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domingo, 28 de octubre de 2012

sensación con el mundo.


¿por qué me preguntás algo
si no escuchás?
¿no querés saber
la respuesta?
dame tiempo
a contestar
despacio
no intentes adivinar
dejáme respirar
mirame,
contemplame, 
respetame,
observame,
aguardame.

martes, 18 de septiembre de 2012

... Dije que un desconocido se me puso a hablar en un café. He de escribir sobre él ahora. Quiera o no quiera, se lo debo, "nunca nadie escribió sobre mí", me dijo. "¡Eso no podés saberlo!" 
Desde lejos en el café me preguntó si escribía o estudiaba. Escribo. ¿Qué escribís? (¿Por qué la gente me pregunta eso? Déjenme ser, escribir sin ser observada). Tuve la delicadeza de darme vuelta en la silla, me acomodé de manera diferente y, con las piernas más despatarradas imposible, me dirigí hacia su persona. Intercambiamos algunas preguntas sueltas, a lo lejos.

Lo invité a tomar un café (¿por qué?). Muy alegremente me levanté de la mesa y pedí dos cortados en jarrito. Volví a la mesa. Juan*. Sonríe. Lo primero que puedo ver es su mirada triste. 
Parece melancólico, pero en ese instante contento, disfruta el momento. Casi como si estuviera asombrado de que una chica lo haya invitado a tomar café. 35 años. Se presenta a si mismo como asistente social, pero prefiere el término "trabajador social". Trabaja en el sistema penitenciario, le hace entrevistas a los presos en las cárceles. Me cuenta un poco de eso. Nunca conoció a su padre. Su madre vive en Misiones, vive con su abuela a quien llama "mamá" pues fue criado por ella. Al relatar que sabe que a su abuela le queda poco tiempo, vuelve a sonreír con tanta pena, me transmite tanta melancolía, de una forma tan natural que me gustaría abrazarlo y decirle que todo va a estar bien. Pero no puedo, ¿no? No conozco mucho de reglas y protocolos sociales, pero estoy bastante segura de que está mal visto abrazar a un recién conocido después de apenas quince o veinte minutos de charla.

Un hermano preso. Un hermano muerto. Lo mataron. Me siento un poco triste y afligida al haber dicho "mi familia no sé, lo normal". Intento pedirle disculpas. 
La conversación de presentación se vuelve tan intima, y a la vez no cruzamos la linea en ningún momento. Yo me siento joven, hermosa, con ganas de hablar y hablar, despreocupada. Es sólo una faceta de mi persona, ¿qué es lo que me hace sentir así?

La palabra va y viene, yo también le cuento qué es lo que hago de mi vida. Es tan extraño. Presentarse. Me llamo Lucía, tengo 22 años, vine a Tandil huyendo de la vida porque estaba cansada. Me dice que soy una "bohemia", que a él le gustaría hacer algo así pero no puede, que se encuentra atado, tiene seres de quienes cuidar. Y yo, que predico la libertad, la falta de ataduras, del tipo que sean, me encuentro respondiendo "está bueno tener alguien a quien cuidar, alguien de quien ocuparse". Pienso que, a mí, nadie me espera en el mar. Entonces me parece que él está tan sólo como yo, que su "mamá" va a irse y él no va a tener quién le enseñe a cocinar. 

Le cuento de mi problema para levantarme por las mañanas. Hace una mueca extraña de preocupación cuando le explico que me cuesta recordar por qué es que valía la pena estar viva. Me río despreocupadamente una vez más y le digo que no se preocupe, tampoco es que estoy deprimida o algo así.  Enumeración de las cosas que nos gustan (le digo que me gusta andar en bici, leer novelas, escuchar música, mirar películas, ir al cine los domingos, viajar, fumar, tomar birrita, cocinar y limpiar los pisos... encuentro bastantes ítems, casi como si tuviera una lista preparada que llevara conmigo a todas partes, en caso de necesitar recordarlo). 

Tenemos el tiempo contado. El café cierra a las dos de la mañana. Voy al baño, vuelvo. Le pregunto si le puedo sacar una foto. Vuelve a ponerse contento, o al menos eso parece, "no tengo fotos, las perdí todas". Tiene un perro llamado Freud (pienso que eso es un poco espeluznante). Hablamos de libros también, me recomienda algunos (¿será él "uno de los míos"? de esa gente que me canso de buscar pero nunca encuentro, en los colectivos, las verdulerías y los rincones). 
Le cuento que tengo fotos y diarios desde pequeña. (Toda mi vida documentada por mí misma, ¿para qué?) Me dice que le gustaría escribir. Lo animo a que lo haga. Sólo tiene que sentarse y hacerlo. Elegir un lápiz o lapicera con el que se sienta cómodo.

Nos vamos del café a las dos de la mañana en punto, por respeto a los empleados. No me animo a continuar la noche a su lado, ni a invitarlo una birra, ni nada. Aunque sí tengo ganas (¿tengo?) Ya es tarde (¿qué hubiera pasado?). Cae el telón, se termina uno de esos momentos preferidos en mi vida, momentos que fueron perfectamente reales pero siempre los recordaré como escenas de películas. Con triste música de fondo. 

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*Juan no sé cuanto Francisco o Guillermo no sé cuánto. Elijo llamarlo "Juan". 

lunes, 10 de septiembre de 2012

yo sólo puedo ofrecer
palabras
una carta escrita con manos
fotos en papel
té caliente
puedo cocinar una torta
dormir pocas horas
llevarte a ver el mar

no hay mucho más que pueda dar

jueves, 14 de junio de 2012

conversaciones 2.


El otro día fui a visitar a amigo Marcos. Mientras tomábamos mate, en algún momento le pregunté si X persona le caía bien.
- No me cae bien, pero no me desagrada. - Me dijo.
- ¿No es lo mismo? ¿Que alguien te desagrade y que alguien te caiga mal, no es lo mismo? - Le pregunté.
Se quedó pensando un momento.
- No. - Me dijo – Puede caerme mal alguna persona que admiro mucho. De hecho, pasa. No puedo admirar a alguien que me desagrade.
Me pareció una buena respuesta, una buena diferenciación en los términos. 

idea sin concretarse, hará una semana atrás.


Hace poco leí una novela corta de Sartre, El engranaje. En una parte, Jean le dice a Lucien algo más o menos así: “Eres constitucionalmente un burgués. Tu padre nunca le ha pegado a tu madre, nunca te han echado sin previo aviso de una fábrica, dejándote sin poder alimentar a tu esposa e hijos, sólo porque necesitaban 'limpiar personal'. Eres anti-violencia porque nunca conociste la violencia. Pero la revolución se hace con violencia.”
Cuando Jean le pregunta a Lucien cómo haría para crear consciencia revolucionaria, éste le responde: “con cultura, con diarios, libros, obras de teatro...”. Me sentí, constitucionalmente, una burguesa.  

conversaciones 1


Recién le pregunté a Padre cuándo comenzó a acostumbrarse al sistema (Padre esconde en su pasado un joven militante de izquierda. Hoy es oficialista K). Extrañado y sonriendo burlonamente, me respondió que suponía que había sido cuando empezó a tener propiedades. ¿Qué es una propiedad? ¿Una casa, un auto? Y si, me dijo. Una casa, un auto, artefactos, libros...
Me llamó la atención que los artefactos y los libros estuvieran en la misma categoría que las casas y los autos.