lunes, 21 de febrero de 2011

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Qué hubiera sido de nosotros sin la ficción, Sabina, la ficción que existe desde siempre y siempre nos ha salvado. Estás lejos ya, pero siempre recuerdo nuestras aventuras, nuestros paseos, nuestro sexo, nuestra realidad: sólo podíamos disfrutarla en la medida que la vivíamos como ficción. Yo te sacaba fotografías y vos posabas, Sabina, tan linda, te encantaba posar y jugar a que eras una persona diferente, mil personas diferentes.

Ahora que ya no estás sólo me queda la realidad. Pero esa realidad ruin, el horror, la realidad monótona de todos los días, sin nadie a quien tomarle fotografías. Te extraño, Sabina, aunque en realidad no estoy seguro de si te extraño a vos, a los pequeños y tan hermosos momentos de ficción que vivíamos juntxs.

jueves, 17 de febrero de 2011

21 de mayo de 2008.


(...) Tras discutir un rato, me saqué los anteojos y la miré desde lejos y ví su cara. ¿Más chica o más grande? No puedo estar segura. Lo que sí veía eran sus ojos multiplicados hasta el infinito, como un cuarto lleno de espejos, o un caleidoscopio, eso! un caleidoscopio. Entonces le dije: "Sos como una araña!", y ella me dijo algo como que estaba drogada, y que la comparaba con una araña, y se fue. Entonces yo la seguí, pero ese no es el punto. El punto es que su cabeza era como una araña por las patas. Las arañas tienen ocho patas y yo veía su cara como ocho patas de una araña, que era ella. Bueno, eso.

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A M lo conocí hace varios años ya, cuando todavía era más pequeña. Creía amarlo, amar su locura, su enfermedad. Su delirio, su tristeza. Escribía poemas inentendibles sobre la vida, la muerte y las cosas violetas. Yo los leía una y otra vez, intentando entender su significado. Me invitaba a pasear y a tomar birra, yo le inventaba excusas porque en realidad me daba un poco de miedo. Una vez salimos a la noche. Yo le mentí: Le dije que me iba para siempre y que quería verlo antes. Le mentía sin darme cuenta, pensando que en realidad sólo acomodaba mis pequeñas verdades a, lo que yo interpretaba, era su manera de expresarse.

Esa noche me dijo que le gustaría ser gordo y que me amaba. Yo me reí: estaba ebrio. Siempre estaba ebrio, y eso me generaba un cariño extraño. Extraño porque nunca podría volver a verlo, aunque a veces me acuerdo y me pregunto qué hubiera pasado si. Pero no se puede vivir así: Cuando las canciones están enfermas de locura, al escucharlas te contagiás. Y entonces, quién sabe.