jueves, 17 de febrero de 2011

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A M lo conocí hace varios años ya, cuando todavía era más pequeña. Creía amarlo, amar su locura, su enfermedad. Su delirio, su tristeza. Escribía poemas inentendibles sobre la vida, la muerte y las cosas violetas. Yo los leía una y otra vez, intentando entender su significado. Me invitaba a pasear y a tomar birra, yo le inventaba excusas porque en realidad me daba un poco de miedo. Una vez salimos a la noche. Yo le mentí: Le dije que me iba para siempre y que quería verlo antes. Le mentía sin darme cuenta, pensando que en realidad sólo acomodaba mis pequeñas verdades a, lo que yo interpretaba, era su manera de expresarse.

Esa noche me dijo que le gustaría ser gordo y que me amaba. Yo me reí: estaba ebrio. Siempre estaba ebrio, y eso me generaba un cariño extraño. Extraño porque nunca podría volver a verlo, aunque a veces me acuerdo y me pregunto qué hubiera pasado si. Pero no se puede vivir así: Cuando las canciones están enfermas de locura, al escucharlas te contagiás. Y entonces, quién sabe. 

1 comentario:

Laberinto dijo...

me encanta que siempre escribas birra en vez de cerveza o chela.