lunes, 30 de mayo de 2011

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Las noches, la memoria, yo, insomne, recordando, deseando empezar de nuevo. Algo, lo que sea, que produzca ese fenómeno, tan difícil de contemplar en este momento. Dejar de desear – lo que mata tu amor. Mirarme al espejo: pálida, corpiño negro, una camiseta violeta, el delineador corrido, yo, más pálida que de costumbre. Y como dice ella, en realidad soy una mendiga – todxs somos mendigxs (comentario robado). Perder la memoria, dejar de anotar los números, las fechas en los cuadernos, tantos cuadernos. Deseo ahora, tomar té, y una compañía de mentira. Eso es lo que quiero. Una compañía que acepte mi carácter irreal, su carácter irreal, que me quiera igual que como se puede querer al viento, o a las hojas de los árboles, sobre todo en otoño, que me olvide cuando llegue a su casa y caliente el agua en la pava, prepare el mate, lea un libro, pero que me olvide. Y ante todo que no busque lo real.


No más creer que una letra del abecedario puede representar la millonésima diferencial, los besos en el ropero y los sapos que nunca llovieron. Mientras tanto, domingo sin cine, ropa cómoda, pijama y ay, parezco un payaso, este pañuelo que me hace más pálida, delineador corrido – V que me recuerda al ideal de belleza romántica, no comer.

El problema es que las cosas extraordinarias se vuelven cotidianas demasiado pronto (prender un sahumerio). 

2 comentarios:

vientos de cambio dijo...

lo irreal
la soledad
el costumbrismo

Anónimo dijo...

Hasta lo ideal muere en el frasco, bajo la etiqueta de "objeto rutinario"