sábado, 23 de julio de 2011

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Hoy me dijo: Al final de cuentas creo que vale la pena vivir por los sentimientos que se tienen. Entonces me doy cuenta de que todo lo que siento en realidad es algo tan triste que ya no sé. Yo pienso: lo triste es tan enfermamente hermoso, a veces.

¿Qué significa haber abandonado las flores? Me acompañan desde los catorce años. Ahora tengo veinte, y pongo en duda mi identidad. Pero es que no las quiero, no me llaman la atención como antes. En realidad, es mucho más que eso: Tengo pánico. Me dice que tiene pánico. ¿Por qué no puedo responderle nada? Me gustaría decir algo. Nada muy brillante, pero algo, alguna palabra, cualquier cosa que la haga sentir un poco acompañada. Que haga que deje de pensar que todas las relaciones que mantiene con cualquier persona, ya sea su amante, su amigo o el vecino – buenos días, que frío que está haciendo últimamente – son artificios.

 Pero cómo puedo decirle algo. No con esa intención, al menos. Sería más fácil si nos juntaramos a tomar un café y me contara de lo bien que la pasó en aquella fiesta (no sólo no la pasó bien, sino que incluso el relato de la fiesta da cuenta de un cansancio existencial difícil de expresar). Entonces tomo el café, mis manos se entretienen intentando hacer un barco de papel con alguna servilleta. No puedo decirle nada porque sus ojeras me hacen pensar que sí, así es, todas nuestras relaciones son artificios. Y con el vecino, bueno, yo le digo, buenos dias, qué tal. Pero.......... (No hay peros, parece decirme con la mirada. Es todo lo mismo). Me gustaría decirle que no, que no es así. No me sale palabra de la boca. Se obliga a sonreír, toma café. Yo hago lo mismo. No puedo objetarle nada.

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