lunes, 22 de marzo de 2010

Café de diario

Pero a Sabrina sólo podría verla en sueños. Continuaría con mi rutina de todos los días, y mientras, buscandola con la vista en todas las calles, en todos los cafés por los que pasara, en el cine, en la plaza, en el mar. Pero sólo podría verla en sueños. Porque habría desaparecido ya, lejos mío, no me miraba, y sin mirarme me asesinaba, o tal vez justamente me daba fuerza, voluntad, terrible pero real voluntad de seguir buscandola, enfermizo círculo, buscandola en su mirada, la buscaría en el café, yo tomando café, ella sin mirarme. No la encontraría. 
Llegaría un día, supongo, en que dejaría de buscarla. No estoy seguro, pero pareciera ser que los "y así ocurrió hasta el resto de sus días", sólo son ciertos en los libros y las películas. Y la experiencia empírica me había demostrado lo mismo, años atrás, parecido pero diferente, tan lejano ahora.
Oh Sabrina, vuelve a acomodarme la corbata, Sabrina, ahora comprendo tu dolor, vuelve a acomodarme la corbata en la puerta, sucios, escondiendo las pruebas del delito.

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