jueves, 11 de marzo de 2010

Diario de café

El correo a veces no funciona. La carta había llegado tarde, para ser más preciso, tres meses tarde. Mientras me acomodaba la corbata en el espejo, no podía dejar de pensar en qué hubiera ocurrido de haber leído el mensaje a tiempo. No podía dejar de pensar en lo diferente que hubiera sido todo. Y me repetía a mi mismo una y otra vez que había que mirar para adelante, no importa que la carta se haya demorado en el correo, no importa que la carta se haya demorado en el correo...
Lo cierto es que si la carta no se hubiese demorado en el correo, yo hubiera sido mucho más contemplativo. Habría entendido el dolor de Sabrina cuando me citó en el café, la habría tomado de la mano y le habría preguntado cómo estaba, mientras le ofrecía cigarrillos y me preparaba para invitarle el café. Un cortado, siempre pedía lo mismo. Un cortado en jarrito. Y yo que no supe comprender su dolor, actué tan insensiblemente.
Y ahora era tarde. Pero nunca es tarde, intentaba repetirme, una vez acomodada la corbata. En breve Sabrina volvería a citarme en el café, y yo le diría que ahora lo comprendía, ahora comprendía todo. Quería hacerle entender que no estaba sola, que yo iba a estar ahí para lo que ella necesitara, pero no sabía cómo. Nunca me fue fácil eso de hablar o de demostrar cariño. Me había inventado un personaje de mí mismo que no era yo mismo, no realmente, y ahora no sabía como escapar.
Oh Sabrina, se que volveré a verte pronto, Sabrina, y tengo tanto miedo, pero tengo que ser fuerte.

Ayer la embarré, con barro de todos los colores posibles, la embarré y luego no sabía que hacer. Hoy la respuesta llegó a mi a primera hora de la mañana, no está mal pedir disculpas. Pedir disculpas mientras me saco la corbata y siento una enorme liberación. Porque lo cierto es que no me gusta usar corbata.

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