viernes, 17 de septiembre de 2010

en las madrugadas me acuerdo de ella.

No sé la verdad, pero yo la observo todos los días desde lo más profundo de mi ser. Y observo cómo se despierta con ganas de escribir, y cómo está inquita, oh, pobrecilla tan inquieta ella porque se despierta y quiere escribir pero no puede, ¿acaso es justo que yo esté escribiendo ahora?, que esté escribiendo tranquilamente mientras ella toma un café, disfruta un cigarrillo, se lava los dientes chiqui chiqui chaca chaca pum splash y sale corriendo se pierde el colectivo y pensa mierda, pordría haberme quedado escribiendo. Pero al final como siempre, el colectivo llega, el trabajo, la facultad, las relaciones sociales que ya la tienen harta, la vida cotidiana; y mientras tanto ella siempre pensando que le gustaría escribir pero ahora no puede, y yo acá escribiendo, cosas que no tienen punto de comparación con lo que ella escribe porque ella escribe magia, oh magia que me hace llorar pero sólo cuando nadie me ve porque no me gusta que me vean llorar. Pero ella, sí, ella es la única que importa en verdad, pero uno tiene esa especie de egocentrismo tal vez que lo lleva a imponerse, porque uno conoce desde su propia realidad desde su propia experiencia, y tiende a comparar, o no. Volvamos a ella, ella que vive pero no vive, cuando la gente la mira no puede ni siquiera sospechar en qué está pensando, porque siempre está pensando cómo va a escribir lo que piensa, siempre está pensando en otras realidades, en historias de gente que no conoce que existe que no existe en dragones o en fantasmas; en escenas dignas de una película francesa o un cuento Perfecto (perfecto para ella, o para mí, como los cuentos de Cortázar que son perfectos para ella, y para mí), piensa piensa piensa y de pronto un día.

1 comentario:

Laberinto dijo...

me encantó!!!!!!!! me encanta la falta de comas que apura el relato y me encanta la reflexión sobre el egocentrismo y la comparto totalmente!